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Noches de Julio

La ópera prima de Axel Muñoz es un retrato de los silenciosos y los soñadores, y de cómo una generación sortea la falta de comunicación para encontrar empatía y consuelo

 


La rutina nos come. Somos seres pequeños moviéndonos en la gran urbe y fácilmente dejamos que el día a día nos consuma, por lo que ya nos habituamos a recorrer nuestros caminos sin detenernos, sin observar, hemos olvidado que al lado de nosotros hay gente que también tiene una historia que contar, un bagaje, y que si les pusiéramos un poco de atención podríamos descubrir maravillas.


Julio (interpretado por Hoze Meléndez) es ese chico que sí observa. Callado, introvertido, pasa sus días como empleado de una tintorería. No ve mucho a su familia, tampoco tiene amigos, su única interacción con la gente es a través de la ropa que puede apreciar durante sus labores. Descubre que hay mucha historia en lo que las personas olvidan en sus bolsillos, en las telas que usan, en el color de su ropa. Pronto descubrimos un secreto de Julio: también visita las casas de estos clientes por la curiosidad de saber qué hacen, cómo viven, conocerlos más. La otra parte de esta historia corre a cargo de Mara (Florencia Ríos), una chica que estudia artes culinarias y que, como Julio, lleva también una vida sencilla e introvertida. Anda todos los días en su bicicleta y guarda sus pensamientos para ella, no le gusta convivir. Estas dos vidas acaban convergiendo dentro de sus silencios, oníricamente, cambiando su soledad por una idealizada complicidad.



Noches de Julio (2019) es la ópera prima de Axel Muñoz Barba, conocido sonidista del cine mexicano, que a través del aprendizaje en su trabajo con otros directores fue creando su propia historia y desarrollando su visión para elaborar esta hermosa película, cuyo tema principal es una generación que se ha ido acostumbrando a la soledad y a la distancia, pero nos lleva también por otros discursos que son destacables: precariedades laborales, la dificultad para comunicarse, la falta de empatía. La cinta retrata muy bien a las personas que (quizá sin quererlo ni darse cuenta) se han ido aislando, y no las tilda de egoístas; nos muestra que ellos se sienten bien ensimismados y tranquilos, pero, aunque lo intentan, no están exentos de la necesidad de sentir comprensión, afecto y compañía.


Esta película es un cuento para los soñadores, los que observan y aprecian, para los que viven calladamente. Es también una bonita fotografía de la Ciudad de México, que abarca desde las callecitas del centro hasta colonias como Condesa. Y sin duda, es un filme mexicano de los que se agradecen: Profundo, interesante y muy original.





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